Historia del Parque de Envigado, parte III

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EL MERCADO DE LA CIUDAD Dentro de las normas dadas en la Plaza Principal encontramos el mercado público, en éste se encuentran la compra y venta de los productos agrícolas, pecuarios y la variedad de mercancías, fuente de subsistencia para la población y permite fuente de entradas económicas para la administración municipal. El mercado funcionó en el Parque Principal hasta el año 1940, por acuerdo municipal cuando se construyó la Plaza de Mercado, dos cuadras más arriba del Parque Principal, y en el año de 1890, se acordaron los días de mercado para los domingos y jueves; el domingo era el día de feria como parte del día de transición comercial hasta las cuatro de la tarde. El mercado en el parque principal tomaba la fisonomía de centro vital y de organismo legislador de relaciones entre el usuario y la administración municipal.

Luis Alberto Restrepo Mesa – Marzo 2023

El 16 de julio de 1941 fueron prohibidas las ventas en la plaza principal. La reiterada costumbre de sacar los mercados de la plaza no fue tarea fácil para la administración debido a las múltiples críticas de los ciudadanos que manifestaban que debido a eso se les había rebajado las ventas, pero el alcalde de ese entonces aprobó colocar solo cuatro mesas en el parque principal en un lugar más conveniente para atender a los turistas que visitaban la ciudad y especialmente de frutas buscando también ayudarle a las gentes para evitar esas críticas.

En el año de 1917 las mesas para expendios de carne eran guardadas en una ramada que hizo la administración y los propietarios pagaban un arrendamiento de esas mesas, la personería tenía un empleado que se encargaba de la entrada y salida de las mesas que se llamaba Joaquín Montoya que lo apodaban (batuto).

EL FESTIVAL DEL MERCADO

La plaza de Santa Gertrudis se llenaba de gentes, eran fiestas patronales, las campanas repicaban y llamaban la las gentes y acudían desde el Salado, Rosellón, el corregimiento de Sabaneta, el Chingüí, el chocho, la Sebastiana y todos los barrios de Envigado, todos bajaban con sus trajes galanos, sus ruanas de paño de ballesta, pochos y muleras, algunos de carriel y sombrero, los que se morían como rezan los libros de la parroquia se iban de repente de consunción, de reumatismo, de ataque de orina o simplemente de viejos.

Acudían al mercado con los frutos de su tierra, algunos con sus huevos y sus gallinas, en 1773 se hablaba de tomines, castellanos y gramos al paso de los años ya se hablaba de reales, decimos y escudos de los cóndores y centavos y en 1.930 ya circulaban las circanas de plata, las libras esterlinas y las morrocotas, el dinero era escaso en los guarnieles, pero la fe y honradez abundaba en los corazones.

El enjambre se agitaba entre los toldos de carne repletos de espinazos y pezuñas debajo de las mesas los costales de fique llamados ojianchos llenos de hojas de biao o de congo para envolver la sal de guaca para salar la carne y se conservara, no se hablaba de litro ni de kilo si no de pucha, almud y el cuartillo, se encontraban las callanas de barro para asar las arepas, se hablaba de maíz blanco, amarillo y de capio, eran obligados los puestos para vender cositas, aparecieron los confites de banana y menta, los bombones de coco, las colaciones de corozo, las panelitas de coco y las de naranja agria y lo más importante los clásicos bocadillos Envigadeños.

No podía faltar el jabón de tierra con su característico envoltorio de capacho, el auténtico azafrán de raíz, que se molían y se sacaba la tinta para hacer los chorizos y el sancocho,  el papelito rosado para el carmín que se untaban en las mejillas  las muchachas  y en los labios, el blanquete de talco los famosos precursores del maquillaje  femenino, eran obligados los puestos para el jarabe y el sirope, las fritangas de morcilla envigadeña, chicharrón y empañadas, el lujo estaba en los puestos de cacharro, como los espejos de bolsillo, las cuentas coral para la suerte de los niños, los collares hechos con perlas falsas y de vidrio, los perfumes  de pachulí que  les daban a las damas más elegantes del pueblo  por que los otros se bañaban con el jabón de tierra, los pañuelitos de seda y rabo de gallo, las candongas de crisocola, las estampas del ángel de la guarda, las de el ánima sola, los cortes de coleta de zaraza y de bayeta.

Lo más abundante eran los plátanos, las yucas y las arracachas, o sea los frutos de la tierra que cultivaban los campesinos.

Se apretujaban las gentes en la farmacia Colombia y Sucre únicas farmacias del pueblo para comprar el ribarbo, las gotas de árnica, la cuasia, el elixir perigórico, y el aceite de quino podio que era el purgante para las lombrices, el frasquito de castor, la mata polillas.

A los trabajadores en las fincas les pagaban con la plata entre sus ruanas, ponchos y el rosado de los percales de las campesinas.

Al cura se le miraba como un señor bonachón con sombreros de teja pidiendo la limosna y regando bendiciones a diestra y siniestra e inclinando la rodilla para convencer a sus parroquianos, rezando los responsos para ahuyentar a los insectos que se comían la cosecha, conjuraban las hormigas y gusanos que acababan al ganado y con esto se ganaban las gentes y abundaban las limosnas.

Todo era bullicio y agitación al pie del templo, ya estaban santificados con la misa y perfumados con el rezo del avemaría y a las doce cuando sonaban las campanas, las mujeres hincaban las rodillas y los hombres doblaban la cabeza y se quitaban los sombreros y todos murmuraban el ángel del señor a nuncio a María y el verbo se hizo carne.

A las cuatro de la tarde terminaba el mercado vinieron los viejos de pechera almidonada, de ruana y alpargatas y no quedaron más recuerdos si no una Ceiba, el viejo caserón de balcón aún lado y allá adentro en el sagrario  nuestro amo como lo llamaron nuestros viejos abuelos.

Las leyes de indias tenían sus normas especificadas para la formación del pueblo las ocho cuadras a manera de un tablero de ajedrez con el parque en la mitad y al frente de la iglesia que forman la trilogía de lo que es su fundación. El parque, la iglesia y la Casa Cural, en donde viene a resultar la generosidad  de don José Antonio Isaza Atuesta, que regala manzanas y media para la plaza, iglesia y sacristía más un lote para la Casa Cural y a si se veían el futuro recompensado cuando vendía los lotes o solares de las otras manzanas que componían el asentamiento urbano original, cabe decir, eso es un verdadero o negocio: A expensas de la iglesia a nombre de nuestro amo.

No resultó tan fácil la venta de los solares, porque hubo exhortaciones por parte del cura de la parroquia a los propietarios de los predios rurales para que construyeran sus casas en el pueblo y les quedara la iglesia más cerca para sus oficios religiosos, se hacían los remisos para la compra de los terrenos y seguían viviendo en la zona rural con sus comodidades, para ellos era difícil por la incomodidad para vivir en el pueblo. Cabe decir: el campesino para el campo por lo tanto en un principio no tenía muchas perspectivas, el campo les brindaba un mejor vivir, sus fincas les brindaba sus productos, sus frutos y una vida más sosegada para vivir. El primer templo tuvo una duración de 90 años y cuando fue construido por segunda vez la población era aún muy escasa.

El padre Cristóbal Restrepo como buen envigadeño estuvo al frente del templo durante 36 años hasta el 18 de septiembre de 1.812, su inteligencia bondad y espíritu emprendedor de una capacidad visionaria le habían trazado un norte seguro a Envigado que tanto amo. Noble y culta comunidad que con el tiempo ha llegado hasta donde ha llegado “honor a su memoria” porque en el año de 1798 se realizó un censo de propiedades y el resultado fue: envigado con 46 casas de un solo piso, 1 iglesia y 2 casas de dos pisos con balcones, en el año de 1808 Envigado tenía 40 casas de teja,16 de paja y un templo.

La población en el año de 1828 eran 8.975 almas

La población en 1844 era de 4.312 almas

La población en el año de 1864 era de 4.807 almas

Se deduce que la población en vez de crecer antes disminuía.

El espíritu reservado y ahorrativo de los primeros pobladores españoles nos dejó ejemplo de las primeras constelaciones de aquella época, aunque sus hijos si correspondieron a sus familias, era familias muy numerosas que Vivian de la agricultura y la ganadería.

Don Luis Alberto Restrepo Mesa, ciudadano ejemplar Envigadeño, Historiador, dirigente civico, el cual fue condecorado conla Orden Restrepia, el 6 de febrero de 2013 por el Centro de Historia de Envigado, presidido por el Historiador Henry Gallo Flórez.

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